Los dos mejores monólogos finales que recuerdo en este momento (hay más, pero no los tengo presente), son los de Blade Runner (I've seen... things...., you people wouldn't believe...) y American Beauty (Sometimes I feel like I'm seeing it all at once, and it's too much, my heart fills up like a balloon that's about to burst... And then I remember to relax, and stop trying to hold on to it, and then it flows through me like rain and I can't feel anything but gratitude for every single moment of my stupid little life...), con esa capacidad que tienen de hacerte sentir exactamente de esa forma, de impregnarte de esas palabras de precaria plenitud pujante y mantenerte alelado por horas con la sensación de haber atrapado algo muy cursi y muy frágil, como una mariposa de las que desaparecieron hace años, que te dejaban los dedos con polvo de cobre, o una hormiga en la palma de la mano o un bicho bolita aprendiendo a confiar de tu inmovilidad palpitante, o tu hermana aferrada a tu pulgar cuando era una cosita diminuta, tirada en tus brazos, aprendiendo a caminar, corriendo a tu lado en la vereda.Y estratos y estratos de imágenes fluctuantes, todos los mirar el abismo, los valles, todos esos paseos solitarios camino a casa robando flores de jardines ajenos o pisando hojas otoñales, todos los colectivos y la gente del colectivo desplegándose ante tu vista, toda la gente, toda la ciudad, todos sus rincones y trenes y calles de barrio y adoquines y bares y aires de pulpería, todos los malos cafés que se pueden tomar en un lugar frente a una facultad, todas las carcajadas estruendosas celebrando estupideces, todas las carcajadas, todo el empecinamiento de las cosas en no durar, en desvanecerse, en obligarte a reconstruirlas y reconstruirte siempre de nuevo.La cosa más fea brillando en sus contornos o el miedo miope de los márgenes difusos. La enumeración de la ansiedad estertórea. Es esa sensación que se siente como My infinite is the instant, de Matta, en el cuerpo, como el inicio de un poema de Blake siempre leído por primera vez, como una epifanía repentina de todas las cosas en una sola mirada desfalleciente,en la abstracción de unos dedos chuecos golpeteando el teclado, en una bolsa bailando en el viento.
1 comentario:
Nada dura, pero las mariposas y su polvo de cobre regresaron a Buenos Aires a traer uno de tantos presagios desoídos.
Publicar un comentario