15 jun 2011

Heme aquí de nuevo, sigo preparando trabajos para la facultad y trabajando para la editorial y disconforme con las dos tareas. Estuve algo así como un mes dándole vueltas al último trabajo universitario (uno sobre Huxley y Orwell, nada nuevo) y recién entre ayer y hoy terminé de definir cómo lo voy a realizar. Es decir, ya tengo un tercio del trabajo hecho: sé qué decir, a quiénes citar, cómo estructurarlo. Ahora sólo queda armar el plan de trabajo (fijar cuándo decir qué y citar a quién), terminar de leer algunas cosas innecesarias, leer otras necesarias (unos libros más de McLuhan, otro de Postman, y a propósito, estos artículos están muy buenos), releer algunas más, y luego escribir, tarea esta última que curiosamente y pese a toda mi tendencia cibernética a posponer tareas (o como está de moda decir, pro-cras-ti-nar) me lleva mucho menos tiempo que las anteriores. En cuanto termine este trabajo y lo defienda en el final, me recibo. Pero antes de eso ya voy a haber empezado la otra carrera, una que no tiene nada que ver con las letras. 
Lo interesante de trabajar con los híper trillados Brave New World y 1984 es que vuelven a hacer que me replantee el tema de la vigilancia, la industria del entretenimiento, los medios, internet, las redes sociales a las que uno le regala información, la imposibilidad de permanecer anónimo, la imposibilidad de escaparle a algo (ya no basta con cruzar un charco, para hacerlo necesitás documentos), la imposiblidad de irse a vivir al medio de la nada en un desierto o un bosque. Esta última, quizás, era la que me molestaba más. Al 'salvaje' de Huxley le molestó mucho antes. Lo gracioso es que, como John o Winston, hoy en día uno es vigilado u observado desde todos lados (aunque no hay un panóptico único; son múltiples órganos los que usan la información que proporcionamos o nos miran), pero a diferencia de lo que pasa con ellos, hasta ese acto está trivializado, naturalizado: nos miran, pero vamos, no somos (no nos creemos) importantes, y aunque lo recordemos cada tanto, no nos preocupa demasiado. Es usual, la dinámica del mundo actual es así. Y es una falta de modestia de muy mal gusto, la paranoia.

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