27 ene 2012

Soleadas de Salamone: Alberti

Alberti es un pueblo de actividad agrícola ganadera a 180km de Buenos Aires. Se llega en unas dos horas tomando por la autopista del oeste y siguiendo por la ruta 5.  Está lleno de obras de Salamone. Aparte de eso, hay montones de construcciones pintorescas. De una a cinco de la tarde la gente duerme siesta y en las calles no se ve a nadie. A unos 8 km, siguiendo por ruta 5, o por el camino arenoso de tierra que continúa a la calle Uruburu, se llega a Mechita, un pueblo apartado con una calle asfaltada que debe su existencia principalmente al Ferrocarril Oeste (hoy el Sarmiento), porque era y es el lugar lleno de talleres donde se reparan vehículos. Tiene un barrio obrero de estilo inglés de casas aparentemente muy grandes al que no saqué ninguna foto.

Como dije, Alberti está lleno de obras de Salamone.

Mástil central de la plaza Gral. José Arias, ubicada sobre la Av.Vaccarezza y San Martín. Los habitantes de la zona lo llaman "el monumento a la pastilla".


Municipalidad, ubicada frente a la plaza Arias, en la esquina de Alem y 9 de Julio.


     Escuela 1, que otrora fuera la primera sede de la municipalidad de Alberti. No sé si el techo de la tercera imagen es el original, pero me encantó.

Parque municipal. A cuatro cuadras de la plaza Arias siguiendo por Vaccarezza.


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De paso, dejo algunas fotos del cementerio de Alberti, que es bellísimo. Está en el punto donde la calle Uriburo deja de estar asfaltada y se vuelve de tierra (si se sigue por esa calle se llega a Mechita). Nos dijeron en la Municipalidad que uno de los mausoleos (que no es el de Vaccarezza) lo hizo Salamone. No tengo idea de si es así o no, pero igual:

26 ene 2012

Torcidas de Salamone: Azul (2da parte)

Plaza San Martín, entre las calles Colón y San Martín: baldosas zigzagueantes, monumento con luces y fuente, varios tipos de bancos y postes de iluminación.


El monumento a San Martín.



Al fondo, la catedral Nuestra Señora del Rosario. De estilo neogótico, tiene unos altares de mármol bellísimos.


Portada del Parque municipal Domingo Faustino Sarmiento, entre la Avenida Pellegrini y Guaminí.




Ex matadero de Azul, con torre tanque con forma de cuchilla. Se llega tomando la vieja ruta a Tandil (que lleva a las sierras de Azul.) Actualmente se emplea el predio para actividades apícolas.



Torcidas de Salamone: Azul (1era parte)

Entrada a Azul sobre ruta 3: Cristo del Vía Crucis. El Cristo fue una obra de Chiérico construida por encargo de Salamone.



Portada del Cementerio único de Azul, entre las calles Necochea y Sarmiento.




Torcidas de Salamone: Saldungaray

Portada del cementerio de Saldungaray. Hay más obras de Salamone en Saldungaray, pero me enteré después de irme del lugar. De todos modos, esta portada resulta por sí sola impresionante, sobre todo en días nublados. 

Ubicación: A la salida del pueblo, sobre ruta 72 (la que viene desde Sierra de la Ventana).

18 ene 2012

wrong, cranky & whining, o por qué tendría que purgar el Reader

Veo y leo tantas cosas día a día con tal voracidad que todo pareciera quedar reducido a la misma cosa. Hay breves destellos de genialidad: no son míos. Para hacer lugar siento haberme desplazado por completo: me conformo en mí a base de un conjunto de citas, de impresiones de impresiones ajenas con palabras de otros (me dirás: ¿qué otra cosa es el hombre, collage?, y te respondo: decir-se con torpes palabras, con afán de ser imposible cosa propia: como decía mi vieja, la ambición de "haber salido de un repollo", siendo uno: armarse y creerse un discurso), todo lo cual, sin embargo, olvido diariamente. Releo para tener la sensación de aprehender un pasado que elijo y nostalgio arbitrariamente sobre otros tantos: al final, a menos que vea el límite de todo en el esfuerzo físico (no es el placer del cansancio que abre el apetito y el sueño o los esteroides subir una montaña: es la certidumbre concreta, tangible, de que no hay otro hilo de aire en el extremo de tus posibilidades, de que llegado a un punto no podés obviar la llaga que te produce la zapatilla, la torcedura de talón, la quemadura del sol, y no conviene ni mover un pie -y es, también, el placer de desafiar todo eso, trivial, la obstinación del "yo puedo", del "un paso más", mucho más concretamente dolorosa y fácil de percibir que cualquier nausea metafísica), la impresión es, si no hay desinterés y hastío, vertiginosa.
Habiendo leído confesiones ficticias o irremediablemente ficcionadas hasta como la de Rousseau, aunque tuviera intensiones de edificarme algo, no sabría por dónde empezar. Dulzuras de la infancia, hipocresías adolescentes, algunas crisis, cambios drásticos, libros, libros, tanto olvido, algún pesar; tanta razón a posteriori, tanto hilvanar un escurridizo sentido, e inercia, la menospreciada, traicionera, amable inercia. 
Cuánto fui, cuánto no voy ya a ser, qué estoy haciendo.
Indiferencia. 
No sé dónde habré dejado la constancia de férreas, noctámbulas resoluciones. 
Tanta despliegue de palabra y total, a esta mujer, sólo por esta imagen, la voy a agregar al populoso y abarrotado Google Reader igual.


(No me deja poner la imagen, así que mírenla acá)



17 ene 2012

Algunos apuntes sobre Rojo y negro.

Rojo y negro (1830) de Henri Beyle, más conocido como Stendhal, suele señalarse como una de las obras arquetípicas del realismo. Eso era todo lo que sabía antes de leerla, aparte de la carrera ascensionista de su protagonista, Julien Sorel. Esto no pretende ser una lectura con rigor académico, tampoco demasiado original -de hecho, esta entrada se enmarca en gran parte dentro de la interpretación de Rojo y negro que proponen en la edición de Altaya que leí (muy buena, dicho sea de paso: se conseguía por $20 en mesas de saldo de Corrientes hace unos años)-, pero quiero dejar escritas algunas impresiones sobre la novela que, en caso de quedar en cuadernos, después resultaría bastante complicado volver a encontrar.

Atropelladas y poco importantes primeras impresiones.
1) Gran afición de Stendhal por los epígrafes. Buena elección, además: sintéticos, poéticos, pertinentes. En los últimos capítulos de la 2da parte desaparecen, así como los títulos.
2) Proliferación de marcas de narrador, de juicios de valor, y de excusas: no recuerda para nada la (mayor) 'objetividad' y el distanciamiento de producciones de Flaubert o Maupassant. A menudo parece como si, a partir de ellas, se tomara el pelo al lector.
3) Héroe romántico a la Rousseau, un tanto ridículo a veces, y 'noble' otras.
4) Falta de perspectivismo histórico de mi parte: las intrigas corteses son extremadamente graciosas.
5) Más falta de perspectivismo: varias épocas, un mismo diagnóstico: en épocas de ocio y/o impotencia: aburrimiento, 'cinismo', incredulidad, desinterés, desintegración. Como respuesta: idealización de un pasado heroico (p.ej, Matilde; Sorel con respecto al 'mítico' Napoleón), conspiraciones de revolución (y como contrapartida, la respuesta defensiva del status quo), planeamiento exaltado de un futuro óptimo, o circo reflotador de símbolos de viejo lustre, de serpentinas, matracas y oropel.
6) Para todo lo demás, existe el amor, que se forja y se expresa en, para y como ficción verídica (es Sorel usando frases de La nueva Eloísa y cartas de amor ajenas para seducir a mujeres; es la señorita de Mole novelando para sentir. Excluyo el amor final entre la señora de Renal y Sorel, porque podría leerse como la apoteosis de la carrera heroica de este último).

Lo llamativo de esta novela arquetípica del "Realismo"...
... es lo que señalé en el punto 3. Pese al estilo de la escritura, al detalle, la ubicación de los personajes en un marco histórico que los condiciona y explica sus actos, y demás, Julián Sorel resulta un héroe adolescentón completamente romántico (cosa que, por lo demás, señala la edición de Altaya que leí). Yo esperaba un Rastignac, un Bel Ami, y en cambio me encontré con un gigantesco héroe rousseauniano en conflicto con la sociedad, altivo, incomprendido y rodeado de enemigos, solitario de férreas decisiones y algo paranoide, del cual se lee por sus monólogos internos que al final de su viaje (al enfrentarse a su muerte luego del camino que se supo forjar) ascendió, superó sus obstáculos, se venció a sí mismo y retornó al inicio del trayecto perteneciendo a otro nivel, dignificado. Parece como si el ascenso de Sorel, tras tantas vueltas, además de ser social fuera también moral. En el penúltimo capítulo Stendhal presenta a Sorel como un héroe que, por traído de los pelos que parezca, incluso puede recordar un poco a esa alma bella de Schiller en María Estuardo.

Y sin embargo,
lo llamativo en eso que acabo de escribir es que la muerte de Sorel, luego de todo ese heroísmo que se nos presenta en su cautiverio, jamás se describe. Su sacrificio dura un renglón de pura mediocridad: "Todo ocurrió, sencillamente, como debía ocurrir, y sin ninguna afectación de su parte". No hay declamaciones trágicas o pensamientos sublimes antes de final, no se describen grandes repercusiones de sus actos. Tampoco es completamente insignificante: su entierro es seguido por una procesión. Es ambiguo: luego de exaltar la heroicidad de Sorel, Stendhal lo elimina por completo, parece restarle trascendencia. Quedan un amigo destrozado y dos mujeres penando. Una se impone un gesto novelesco para estar a la altura de su sacrificio, la otra muere de amor. Este último gesto es completamente romántico, y volvemos al principio, a lo que me llevó a escribir este mamarracho.

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Quede esto para dentro de unos años cuando lea el libro de nuevo, como resguardo de mi memoria incapaz de memorizar Biblias, y espacio de discusión en caso de que alguien llegue hasta acá.