A P.A.
Otro escrito mañanero. Tomaba el camino de siempre, pero ya habían quedado atrás el armatoste y las vías (las vías, desoladas, tendíanse rumbo al oeste cortadas sólo por la ruta y el cielo índigo); esta vez iba por la parte de una callecita de barrio sobre la que vive un viejo que escucha ópera y en la que hay un almacén donde pelean vecinas cornudas. Salía un peugeot rojo de una casa pero más allá de eso no había nadie. Yo estaba tirado para la derecha, como reculando en cada paso contra el cordón de la vereda; el coche salió por detrás de mí, dobló muy cerrado y enfiló en la misma dirección. Amagó con el acelerador pero sólo hizo ruido, el caño de escape tosió y entonces vino un perro corriendo por mi derecha, un perro ladrando enorme y yo me quedé en medio: por un lado el auto que reculaba cada tanto contra el cordón (y yo me subía a la vereda), por el otro el mastodonte que ladraba como si se le fuera la vida en eso, que adelantaba un poco y esperaba y no se sabía si me ladraba a mí o al cascajo viejo. Por las dudas, yo seguía caminando derecho y sin intervenir demasiado. No fuera que pasara como en esas peleas de pareja: están los dos y vos en el medio, la mesa como mediadora, las sillas son de plástico; la mina dice alguna tontería en broma y el tipo, que usualmente se reía sin grandes juicios de valor, muy en broma, muy en serio, dice ah pero mirá que sos boluda, ella se ríe porque cree estar segura de que no, sigue la charla, habla la mina, él bobita, estúpida, la mina se enoja pero no le frena el carro: responde seca, el tipo se enoja porque ella se enojó, ambos están enojados y de pronto alguien levanta el tono y vos ahí. Alguien reprocha algo, una silla de plástico vecina se corre, él o ella se fue al baño y la relación a la mierda, mientras vos en medio como un pelotudo pero indemne. Porque bien podrías haber abierto la boca en el momento de mayor tensión y entonces oh santo remedio, en este instante él no estaría meando en la baño y ella mirándose al espejo: los enemigos de mi enemigo son mis amigos; un no te metas o callate Juan sería lo de menos; quién sabe si, silla de plástico en tu cabeza de por medio, ellos no se habrían ido de la mano tras el obstáculo exitosamente superado. En cambio, uno calla, se sueltan las manos, mueca horrible en a cara de ella y en la de él también, pero vos tranquilo si te hacés el gil, que después alguno va a caer por tu casa llorando para que lo consueles.
Entonces me quedé tranquilo mientras el perrazo ladraba, mientras el auto reculaba; seguí caminando derecho y entonces el peugeot dobló a la derecha con otro ronquido de su caño de escape, y el perro ladró furiosamente tres veces más, corrió un poco y después volvió y se quedó quito expectante y mudo, como si no entendiera; agachó la cabeza y se fue. Yo llegué a la plaza y la atravesé, llegué al campito y lo atravesé, llegué a la ruta y la atravesé, y seguí ahí al otro lado de la ruta, esperando.
1 comentario:
Acá, en este relato tuyo, sí que no corresponde decir "ladran los perros señal que cabalgamos" y no sólo porque el personaje es peatón.
El perro ese es fastidioso ¿vio? y sin embargo nos llega a caer simpático, está de mal humor el bicho, es casi un humano ¿sabe qué? hasta puedo imaginarme surrealistamente a ese perro que creaste irse mientras se mete las manos en los bolsillos de un pantalón perruno.
Tienen alguna fraternidad (hostil en parte) el perro y el sujeto.
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