24 ago 2010

Ella viajaba parada frente a la puerta del colectivo

No sé de quién seré y che
No sé de quién seré

Y crispada se cortó las venas en la ducha, con las manos temblorosas, y esperó. Pero su madre, su hermana, la casa se llenó de parientes y sobrevivió en la camilla de un hospital pobre, superpoblado, de aspirinetas contadas y gente esperando cuajada en los pasillos. Una sucesión de tristes amaneceres la recibió en su casa y ni soñaba con bañarse sola en esa ducha donde veinte brazos débiles borraron la huella de su desdicha. Al rato salió a la calle (los suicidas también trabajan), al invierno que empeñaba sus últimos rigores, y apenas si se cruzó enfrente mío, Jacinta, flaca espigada en su sobretodo marrón y su jean azul dos talles más grande, recto, abuchonado. Hasta que no se preparó para bajar no la vi; fueron dos segundos de como descuido de mangas que se deslizan y entonces la postal congelada para siempre de sus muñecas, ocultas en la  nulidad indiferente de su mirada, contenidas por unas huellas todavía rozagantes,y tres vueltas sucias, ansiosas, de gasa y cinta de papel.

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