II
Podría decir muchas cosas sobre Pategrás y su intervención en la venta y el remate de los bienes de Paraguay, de los que yo había conseguido mientras él estaba enfermo, de esos que se habían resignificado en el tiempo de nuestra amistad. Podría decir muchas cosas sobre el color amarillento de su cara, sobre su frente dura, sus ojos redondos y hundidos, sobre los salames de los abogados que lo acompañaban, sobre lo sanguijuela que era la gente en esa época y ya que estamos, también hoy en día. Pero no vale la pena.
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