Pasó un tiempo, ¿no? Si a mí siempre me dejan las minas, hoy puedo decir que, de una manera extraña y digna de ser contada (pero hay cosas que conviene callar), fui mil personas y mil épocas, y trascendí fronteras. Y si el otro elemento del estereotipo es el alcohol para acompañar la soledad, y si es una noche de tristeza sobria y justo Cesare Pavese se cruza en tu camino con un poema perfecto en su especificidad, cómo no guardarlo para la posteridad.
El VINO TRISTE
DE “POESÍAS DEL DESAMOR” (1934-1938)
Lo fatigoso es sentarse sin hacerse notar.
Después todo lo demás viene solo.Tres tragos
y regresa el deseo de pensar a solas.
Se abre de par en par un fondo de lejanos zumbidos,
las cosas se dispersan, y es un milagro
haber nacido y mirar el vaso. El trabajo
(al hombre solo le es imposible no pensar en el trabajo)
es otra vez el antiguo destino bello de sufrir
para poder pensar en él. Después los ojos se clavan
en el espacio, adoloridos, como si fuesen ciegos.
Si este hombre se levanta y va a casa a dormir,
parece un ciego que ha extraviado el camino. Cualquiera
puede desembocar por una esquina y machacarlo a golpes.
Puede desembocar una mujer y tenderse en la calle,
joven y bella, debajo de otro hombre, gimiendo,
como en otro tiempo una mujer gemía con él.
Pero este hombre no ve. Va a casa a dormir
Y la vida no es más que un zumbido de silencio.
Desvestido, en este hombre se hallan miembros consumidos
y un vello brutal, aquí y allá ¿Quién diría
que en este hombre transcurren tibias venas
en las que alguna vez quemó la vida? Nadie
creería que en un tiempo una mujer acarició ese
cuerpo, y besó ese cuerpo, que tiembla,
y bañado en lágrimas, llegado ya el hombre
a su casa para dormir, no lo logra, sino que gime.
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