La Défense
I
parte
firme aún a la tierra que deja
y piensa
intimidado
más en un brumoso retorno al pasado
que en la novedad que no espera.
se abre un paréntesis.
pero la fidelidad requiere, quizás,
de subterfugios, evasiones,
disimulos:
¿no es atarse al pasado
traicionar su devenir?
II
lo recibe un
privativo
laberinto
vertical
(de tierra ignota)
que aplasta
el cielo entre cúpulas cerúleas.
es un paisaje hecho de reflejos
de fuentes y esculturas
de hierro torcido.
el viajero a su pesar
no se encuentra en esa ciudad sin tierra,
pero se pierde.
atrapando el eco de su mirada oblicua
en el sucederse de los cristales
no se reconoce
y entiende, por fin, que olvida.
III
el espejismo de la claudicación
y una súbita nostalgia
lo devuelven, en la ciudad de plata,
a su fidelidad aviesa
— y desespera
en un mareo de horror blanco
¿al deseo del abandono (de sí)
de la renuncia?
¿al lejano amor al que se llama,
y que resiente?
¿o sospecha que al rendirle culto
con el temor a su traición
no le queda a qué renunciar
sino a ese vértigo?
IV
entre las torres de la ciudad prohibitiva
que se defiende de sus fondos
con su huida vertical
por entre los ecos de las grúas hay
un estanque de floraciones metálicas.
una gaviota planea entre los tallos
y al posarse
fugaz
funde un paréntesis de agua iridiscente.
y piensa
intimidado
más en un brumoso retorno al pasado
que en la novedad que no espera.
se abre un paréntesis.
pero la fidelidad requiere, quizás,
de subterfugios, evasiones,
disimulos:
¿no es atarse al pasado
traicionar su devenir?
II
lo recibe un
privativo
laberinto
vertical
(de tierra ignota)
que aplasta
el cielo entre cúpulas cerúleas.
es un paisaje hecho de reflejos
de fuentes y esculturas
de hierro torcido.
el viajero a su pesar
no se encuentra en esa ciudad sin tierra,
pero se pierde.
atrapando el eco de su mirada oblicua
en el sucederse de los cristales
no se reconoce
y entiende, por fin, que olvida.
III
el espejismo de la claudicación
y una súbita nostalgia
lo devuelven, en la ciudad de plata,
a su fidelidad aviesa
— y desespera
en un mareo de horror blanco
¿al deseo del abandono (de sí)
de la renuncia?
¿al lejano amor al que se llama,
y que resiente?
¿o sospecha que al rendirle culto
con el temor a su traición
no le queda a qué renunciar
sino a ese vértigo?
IV
entre las torres de la ciudad prohibitiva
que se defiende de sus fondos
con su huida vertical
por entre los ecos de las grúas hay
un estanque de floraciones metálicas.
una gaviota planea entre los tallos
y al posarse
fugaz
funde un paréntesis de agua iridiscente.
Maria Helena Vieira da Silva (1955) Composition |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario