27 abr 2009

2/4 Declaración de la acusada n° 1407

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20../4/30 C.I. Juárez carlitai@grail.com


Sí, ya sé que es inverosímil, pero todo empezó con la promoción masiva de una crema para callos. Es así, aunque resulte difícil de explicar, aunque ni yo entiendo bien el asunto, todavía. Dejame que vaya por partes. Te cuento lo que sé. No sé mucho, pero supongo que vos entrevistaste a otros para obtener información. Al fin y al cabo, es algo sencillo, porque todos los que tenemos más de 50 años participamos del asunto.
El mail llegó en octubre; la última crisis del agua había ocurrido en junio de ese año, pero ya casi no la recordábamos porque había cosas más interesantes para hacer. Teníamos despreocupación de sobra como para esperanzarnos. Después nos dimos cuenta de que era obvio que había algo raro, de que no había llegado como spam y por ende tendríamos que haber desconfiado del asunto, que si no era un bot el que recolectaba los mails tenía que haber algún embrollo detrás. Toda buena promoción va a parar al cajón de basura cibernética. De modo que la cosa podría no haber surgido de la manera en que surgió, pero en ese momento nos ganó el entusiasmo, tanto que fijate que incluso salí a avisarle a Javier en persona, aunque bien podría haberle notificado por Internet, aunque era obvio que él también había recibido el mail. De hecho, Javier lo había recibido; estaba tan entusiasmado como yo por el asunto, y era de esperar porque sus callos eran enormes, incómodos para el uso del teclado, una masa amarillenta e irregular como terreno lunar, así de desagradable. Me costaba caminar, pero yo estaba feliz; cuando volví a mi cuarto me senté frente a la computadora incluso antes de poder usarla, y tamborileé los dedos mientras abría de vuelta la casilla para encontrar ese mail, ya sepultado entre tantos otros. Había un link, hice clic, me redirigió a otra página. Era una promoción barata para lo que ofrecía, algo así como 1/7 botellón de agua por dos pomos que te solucionaban la vida. Y ojo que estábamos más que acostumbrados a las propagandas chapuceras, pero esta era novedosa y necesaria, prometía ser distinta, y sinceramente, no se perdía nada.
Compré dos y esperé. Llegó a los cuatro días en una caja rehusada de cartón azul, cerrada con cinta de embalaje. Dentro, los dos potes de crema prometidos, 250 grs. en estuche reciclado Hinds, 250 grs. en Nivea, y propaganda política de esa nostálgica, de impresión casera en garage, que abollé y tiré sin leer en el tubo de reciclaje, y olvidé a los dos minutos. Después me dediqué a esperar.
La crema terminó no resultando tan maravillosa como esperaba (ja, era iluso de mi parte porque nada es tan maravilloso como uno espera), pero ahí, azul con olor a queso cheddar durante un mes, en algo mejoró mi muñeca. Para noviembre el dolor había menguado, y como el problema del agua nos daba una tregua, yo aprovechaba para sumergirme en un marasmo de humo y alcohol bastante pavo pero eficaz, que consumía mis reservas de dinero y mi tiempo libre mientras chateaba con un nuevo amigo de Rosario. De modo que, ya ves, mucho no tuve que ver con el desarrollo del suceso, al menos en un inicio, y si te cuento ahora es en base a lo que me enteré después. Yo recién me vinculé en serio para diciembre, que fue cuando la cosa se hizo más conocida y las cadenas empezaron a circular tanto que te enterabas o te enterabas, no había modo de escaparle. Y era lógico, aunque al principio no lo pareciera, porque el movimiento arrastraba a la gente de una manera que no se había visto en años. Imaginate que... Pero no, esperá que te lo cuento en orden.
Noviembre lo pasé medio embobada, como te dije. Mis amigos habían desaparecido, así que fumaba mucho y bebía más, y el i-doser había mejorado tanto, tanto, que uno casi podía creer que realmente iba a pasar algo mientras escuchaba esos ruidos raros en la oreja. En eso conocía a este tipo de Rosario, Roque, que después fue uno de los pocos que siguió pensando que la movida iba a renacer espontáneamente, uno de esos que todavía hablan de pasados heroicos y futuros Movimientos Liberadores (MoLi, les decíamos en esa época) mientras toman mate amargo emponchados en buzos de lana olorosos y apuntan al cielo con el dedo índice como si fuera un tic. Me caía bien, Roque: no me exigía mucho y estaba siempre como disponible. El resto de mis contactos, en cambio, había dejado de hablarme misteriosamente; recién cuando me contó lo que estaba pasado me enteré por qué. Eso que no supe es la parte que a vos te interesa, pero yo no participé hasta algo así como un mes después, en diciembre. Y entonces las cosas pasaron volando; imaginate que en junio fue que estalló el primer conflicto después de la Desastrosa Debacle Económica, menos de diez meses después de que comenzara a gestarse el asunto. Y al final ya lo sabés, está en los registros, está en Internet. Todos lo saben.


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1 comentario:

Anónimo dijo...

El enigma del callo amarillo o el enigma del callicida azul (la conbinación de esos colores puede dar lugar a gratos espectáculos mademoiselle).

Pensando bien la cosa, supondremos entonces que el callicida era azul como oriundo del cielo...

No, no...algo así ya fue escrito por el Otro y para peor ña Kodama tiene los derechos de autor :(

¿Entonces?, ...entonces una hiancia, un momento de perplejidad en el cual uno no sabe si es bueno que un callicida nos presagie enigmas sacándonos del tedio o si esos enigmas son poco y nada fastos, en todo caso la trama del texto se va hilando.

Tres bien pour Toi!