Viernes, 16:40, volviendo a casa. Calle de barrio sin autos, ruido de piedras en las vías sin trenes, viento lejano en la ruta y chapas, hojas, pájaros. Un camino de tierra, polvo volando sobre las zapatillas. Son veinte pasos. Después, una construcción metálica que indica que llego a casa.
Después de las vías, antes del armatoste, hay un poste de luz sin cristal con una lámpara quemada hace años. Es un poste rojo y blanco, del color del óxido y del pájaro (ruido de pelea de perros en el fondo), un poste con una base de cemento precario anclado a la tierra. Ahí, bajo este sol que encandila sin sombra, veo moscones jurásicos sobrevolando, sobre el escrito deseo de eternizar un momento, la ofrenda triste y seca que dejó un artista sin fama ni gloria.
No pasa nada, callaron los perros: si un moscón cesara su vuelo errático alrededor del mundo cuadrado y gris de la lámpara dormida, este lugar parecería un cementerio. Pero vuela, es un azar meticuloso; recorre cada fragmento de lo poético tendido al sol: un regadero de segmentos de mierda desperdigado, con cuidado, en las esquinas de un mundo en concreto, a punto de caerse pero firme, sin tocar mi piso. Era lo que habían dejado a mitad de camino muriendo de angustia, sin tregua, bajo el sol: mierda triste sobre la precariedad del cemento, bajo la mirada de una lámpara sin vida; entre la aventura de una promesa rota en metal escrito todas las mañanas y el devenir suicida de unas rocosas calladas vías, de un tren que pasa inevitable cada tarde.
Viernes, 16:50. Un camino bordeado de pasto y, a mi espalda, vientos y rejas y luces, y el ritual de una bocina.
Después de las vías, antes del armatoste, hay un poste de luz sin cristal con una lámpara quemada hace años. Es un poste rojo y blanco, del color del óxido y del pájaro (ruido de pelea de perros en el fondo), un poste con una base de cemento precario anclado a la tierra. Ahí, bajo este sol que encandila sin sombra, veo moscones jurásicos sobrevolando, sobre el escrito deseo de eternizar un momento, la ofrenda triste y seca que dejó un artista sin fama ni gloria.
No pasa nada, callaron los perros: si un moscón cesara su vuelo errático alrededor del mundo cuadrado y gris de la lámpara dormida, este lugar parecería un cementerio. Pero vuela, es un azar meticuloso; recorre cada fragmento de lo poético tendido al sol: un regadero de segmentos de mierda desperdigado, con cuidado, en las esquinas de un mundo en concreto, a punto de caerse pero firme, sin tocar mi piso. Era lo que habían dejado a mitad de camino muriendo de angustia, sin tregua, bajo el sol: mierda triste sobre la precariedad del cemento, bajo la mirada de una lámpara sin vida; entre la aventura de una promesa rota en metal escrito todas las mañanas y el devenir suicida de unas rocosas calladas vías, de un tren que pasa inevitable cada tarde.
Viernes, 16:50. Un camino bordeado de pasto y, a mi espalda, vientos y rejas y luces, y el ritual de una bocina.
Anexo: Gasto de tinta del viernes 17/04, intento 1.1.
Caminata a la parada con lentes, para ver bien. Las zonas más feas de Ciudad Evita son únicas antes del alba: la lámpara encendida de luz blanca que no ilumina, el rincón donde corre un gato perseguido por un perro lento, la loma de burro, las hojas de los árboles alejándose, todavía muy verdes. Ya casi ni me percato cuando cruzo la ruta. En la parada, una pareja; la olvidé en cuanto la vi. Ella tenía pelo de ciruela; él probablemente era panzón. El viaje en el 97 fue con el empalagoso romántico de Bécquer, la parada fue en Morón. Ya era de día, ya era el décimo piso, ya era un asiento en un aula, el resto de ese día.
7 comentarios:
Me parece que invertís tinta, escritora pluriblogera.
Convengo en que el bueno de Becquer empalaga eso sí es un poco más elaborado que una cumbia.
Lo que pasa es que son otros tiempos; Bécquer no supo como Dostoievski (ni como el griego Homero) tener un estilo para siempre, el destino de lo escrito por Becquer fue para su época.
Tiempos, épocas, te tengo que decir que tus escritos relatando peripecias por tus barrios suburbanos me da una nostalgia (¿nostalgia de qué si ni siquiera lo he vivido?), esa añoranza de un barrio sin demasiado ruido ni demasiado apuro, luego imaginate otra cosa, mis ojos atravesando los lentes que mensionás hasta llegar a los ojos tras los lentes y todo con lentitud.
P.S.: trátela bien a Yamila.
Y luego...un beso.
...P.S.: dije mencionás.
No pasa específicamente por la moda, Jorge; sí, en parte, por una cuestión de tiempos (no me gusta cómo pensaba Bécquer, y eso está condicionado, aunque no determinado, por el momento en que vivió). Lo escrito por Dostoievski, u Horacio, también fue para su época; y no creo que haya estilos "para siempre" ni genios indiscutibles (de hecho, hoy en día a muchos les gusta Bécquer, o no les gusta Bécquer pero tampoco les gusta Dostoievski u Homero). ¿Qué pensás?
Mis barrios suburbanos (ja, buena frase) son geniales pero puro chamuyo, y no hay forma de no tratar bien a Yamila. Saludos.
En algo tenemos que discrepar Gise, hay autores que toman temas universales y los llegan a escribir de un modo universal (apostaría a que vos estás haciendo eso).
Y quiero decir con eso de un "modo universal" que Dostoievski o Shackespeare o Kafka o Flaubert (cualquiera de los reconocidos como clásicos) son entendidos y conmueven sin efectismos ni edulcoraciones a cualquier lector lo suficientemente ineligente de todo lugar, sea cual sea su cultura, y de todo tiempo (aunque quizás el paradigma cambie mucho en el tiempo futuro y entonces las palabras escritas sean ya letras poco descifrables ¿qué diría el texto de Harappa? ¿fue un poema o solo fue una lista de rebaños?).
Saber dar en la tecla, saber descubrir esos temas siempre presentes pero escurridizos a la conciencia que suele estar forzada en atender la moda, escribir con esa sabiduría hace que una escritora o un escritor sea universal.
Y uno de los motivos de mi gran afecto por Vos es que tenés ese carácter, esa intención (aunque no me lo quieras creer).
Besos.
PS: Dije Shakespeare (lo que ocurre es que -y esto es cierto- existen varias firmas con diferentes letras del mismo Big Bard).
Los temas son pocos, dijo alguien, lo que importa es el tratamiento. Y el tratamiento es histórico, no universal. Bécquer escribía sobre el amor, sobre el desengaño, sobre la aspiración a lo inconseguible: ¿en qué medida podría decirse que esos temas no son rastreables en varios niveles socioeconómicos de varias culturas distintas? Lo que varía es la mirada, cómo se enfoca el asunto, la valoración que se le da. A partir de eso, habrá "miradas" más aceptables para las concepciones actuales, más verosímiles, y otras más "acartonadas"; habrá miradas más canónicas (ahora sí cobra importancia la moda) y otras no tanto. (A nivel personal esto puede variar un tanto - no hay un determinismo-; dependerá de cuánto esté dispuesto a ceder el lector, de cuanto esté dispuesto a creer, de cuánto esté dispuesto a apropiarse de las palabras presentadas.)
Además, aunque los temas sean pocos y "fáciles" de observar en varios ámbitos distintos, esto no significa que no sean históricos: la elección de ciertos temas de esos "siempre presentes" y el rechazo de otros está condicionado por la época en la que se escribe; el que la gente/público lector preste más o menos atención a ciertos temas, también.
En cuanto a eso de que la finalidad del arte es conmover el ánimo, pienso que hasta un paragüero tiene la capacidad de provocar reacciones emotivas, aún si sale de la boca de una maquinaria enorme y dice made in Taiwán/Eslovenia/Chacabuco. Y muchos de los libros que leo no me conmueven, tengan o no edulcorante encima (el que tenga o no edulcorante también es contextualizable); algunos, con suerte, mueven.
No escribo más.
Saludos.
Has llegado a una consideración que puede ser formalista o puede ser estrucuturalista, sí los temas son pocos, lo que importa es el tratamiento.
Y todo ocurre en la historia (y por eso todo es histórico), pero ¿es todo tratamiento una creación?
y ¿es toda creación universal?
Ejemplos cotidianos: en Diario Popular o en Crónica tenemos temas de sobra, tragedias a granel, aunque muy dificilmente podamos entender las noticias como algo más que una anécdota (por lo general morbosa) de la vida de prójimos tratados adocenadamente o como masa pretextual.
Ejemplos cotidianos: el caso de Marita Verón hasta ahora solo ha sido tratado sensacionalistamente para vender y lo que se vende es lo morboso del caso, la tragedia está banalizada. El texto de las "noticias" del caso o del "argumento" de la telenovela apuntan precísamente a lo que está "dispuesto" (condicionado) un lector banal o un espectador también banalizado, eso es "vivir el momento".
Porque en efecto lo que varía es la mirada, como se enfoca el asunto, cómo se usan las neuronas.
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