¡Bienvenido, bienvenida, ocasional lector o lectora!
El texto anterior (que fue primero escrito en español pero se va a publicar en La Diaria, así que decidí poner acá una versión en francés), me hizo darme cuenta de que si mis traducciones salvajes tienen el mérito de la obsesa fidelidad a la letra, no logran cobrar vuelo o, dicho de otro modo, restituir esa emoción que la obra poética nos hace sentir y que es, quizás, lo que uno más tendría que respetar al traducir.
Quiero decir: si me gusta Montale, a quien conocí en una traducción al español seleccionada por Alberto Perrone para el fascículo de la Biblioteca Básica Universal del Centro Editor de América Latina, no fue por su redescubrimiento inmediato en un italiano que no supe comprender pero que aceché hasta que decidí aprender la lengua, sino gracias a la persona que tradujo las Notizie dall'Amiata, con olvidos de versos y algún cambio (¿rissa como niña?). Es decir, gracias a la preocupación del o de la que supo cambiar el orden de los factores, no tanto porque no alterara el producto, sino porque sonaba mejor.
Así que, en esta reflexión que mira al vacío, he decidido considerar mis traducciones salvajes como obras inacabadas, y proponerme que, de acá a que mis manos ya no respondan, o encuentro una buena traducción, o intento realizarla yo. Que, al fin y al cabo, tengo muchos años por delante, y por lo pronto son sólo tres poemas, y alguna tarea difícil ha de proponerse el animal humano para llenar de sentido sus días y añadir ríos a ese mar que nos aguarda.
Y aún si eso no fuera a salirme (porque, al fin y al cabo, uno puede empeñarse toda su vida en algo y seguir siendo malo en lo que hace), por lo menos en el camino voy a haber aprendido algo, o haber dejado el testimonio de un aprendizaje para otros.
Tres traducciones, entonces. Pero como el mundo es vasto y la atención, móvil, no puedo impedirme encontrar otras maravillas que me gusta compartir y traducir.
Otros cantos me llaman. Así que decidí:
1) Compartir, a partir de ahora, los poemas a-na-li-za-dos
2) Explicar, como pueda, las particularidades de la métrica de cada uno de ellos (en el caso del francés, tal como me lo explicó un amigo que me ayudó a notar las diferencias con el español —pista: el francés no sigue mucho la fonética en la cuenta)
3) Probar traducciones tentativas que puedan ser actualizadas constantemente a medida que se me ocurra cómo hacerlo, y explicar las decisiones.
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