Como se venía pronosticando desde que el presidente Macron tomó la decisión de disolver la Asamblea Nacional, la primera fuerza en la primera vuelta que tuvo lugar ayer resultó ser el Rassemblement National (RN), que antes supo llamarse Front National (Front national pour l'unité française, FN) y encuentra sus orígenes en una reunión en los años 1970 de neonazis, antiguos OAS, poujadistas y petainistas. De completamente marginal en sus orígenes, y tras una buena lavada de cara y mucho oportunismo político que hoy hace que antiguos activistas judíos como Serge Klarsfeld le den la mano y lo legitimen (mientras, por otro lado, se denuesta a la izquierda como antisemita por sus posiciones respecto a la guerra que Israel lleva a cabo actualmente en Gaza), el RN ha logrado convertirse, 50 años más tarde, en deseado cuco oficial y primera fuerza.
¿Cómo ocurre eso? ¿Se han vuelto todos los franceses racistas y xenófobos?
Consideración cero, que pongo al principio pensando el caso de Argentina: he visto que muchos franceses dicen: "aún no hemos probado esta opción, habrá que ver". ¿Acaso son mezquinos, o idiotas? Quizás alguno que otro sí, pero prefiero desconfiar de lo que uno dice ante cámaras para justificar una elección que es mal vista por los periodistas. En todo caso, no creo que eso explique fundamentalmente la elección.
Primera consideración, las políticas gubernamentales de neoliberalización y reforma/destrucción de servicios públicos, sostenidas a lo largo de los siete años de gobierno EM/LREM/Renassaince (pero que llevan ya, en realidad, más de veinte años: la privatización de France Telecom tuvo lugar, por ejemplo, en 2004), y que se han hecho en detrimento de las poblaciones rurales y de las clases bajas y medias, le han pavimentado el camino, o más aún, llenado de nafta los tanques al RN, que se presenta como presunto defensor de los servicios públicos, aunque con "preferencia nacional" por los nacionales (y puestos dentro de la preferencia, los franceses con ascendencia francesa). La lista de desagravios, que resultan en una pérdida de calidad de vida marcada, no es exhaustiva (acá se detalla todo con más claridad), pero baste mencionar como ejemplo:
- el cierre de líneas de trenes no redituables (pero único transporte público hacia parajes alejados), en conformidad con la destrucción del monopolio de los servicios públicos por parte del Estado (es decir, su privatización, o pérdida de la exclusividad por su puesta en competencia para satisfacer el bien del libre mercado preconizado por las normativas europeas), que aisló a ciertas poblaciones rurales y las volvió hiper dependientes del auto (algo que perjudica sobre todo a los jóvenes) y explica que en 2018 estallara la ira de los chalecos amarillos cuando el gobierno se propuso subir el precio de la nafta;
- que ahora sea necesario pagar para que el cartero hable con vecinos (también, por privatización del Correo: no es rentable que el cartero se demore hablando con viejos gratuitamente, ni que decir de que haga lo que en Bienvenue chez les Ch'tis);
- el cierre de servicios públicos (sedes de impuestos, maternidades, correos...), sobre todo en zonas rurales, que conlleva el de negocios, y la no instalación o la mudanza de profesionales como médicos;
- o el reemplazo de funcionarios o empleados en la atención al ciudadano de diversos servicios (Correos, caja de ayudas familiares, sedes del servicio de subsidios para el desempleo...) por parte de terminales de autoservicio, que penalizaron sobre todo a los viejos que no se llevan bien con la tecnología, pero no solamente.
Segunda consideración, correlacionada con la primera: el clivaje entre ciudad y campo, al menos en el "Hexágono", que explica que los migrantes se instalen mayoritariamente en las zonas periurbanas de grandes centros urbanos (banlieues que no siempre son la panacea, pero que al menos tienen alguna forma de conexión con la metrópolis por transporte público), que la izquierda (o el oficialismo) gane mayoritariamente en esas zonas urbanas donde tiene mayor anclaje territorial y donde la concentración de inmigrantes es mayor, y que el RN coseche votos en zonas rurales donde los servicios públicos y aparentemente la izquierda están menos presentes, los transportes son peores, la cantidad de migrantes es mínima (con lo cual el extranjero puede funcionar como fantasma, objeto de miedo y rechazo), y donde sus candidatos pueden instalar la idea de que la injusticia no es responsabilidad de una política de gobierno que no asegura la igualdad en el acceso a los servicios públicos, sino de los inmigrantes aprovechados que acaparan recursos que, de no estar ahí, podrían haber sido destinados a los franceses. Dicho esto, la idea reducir el voto RN a este factor geográfico ha sido criticada por simplista y binaria, por ejemplo, acá).
Tercera consideración: sí, hay gente racista y xenófoba, aunque no he escuchado aún que alguien justifique así su voto. Como en Argentina, Estados Unidos, Brasil o tantos otros lugares, cuando se naturaliza la desigualdad y se cultiva la falta de solidaridad y la desconfianza hacia el otro, puede surgir una pasión por la desigualdad, en el que todos tienen una superioridad que defender en detrimento, evidentemente, de otro, cuanto más distinto mejor. En el caso del RN francés y su preferencia nacional, sería el de los français de souche contra los extranjeros-inmigrantes-franceses non de souche, o al menos, contra los malos inmigrantes (los que no se integran, los que no se parecen, los que tienen una religión y costumbres inadecuadas). Los medios dicen que la responsabilidad, en parte, es de la izquierda por no reconocer "el problema que representa la inmigración", es decir, por negligir la política inmigratoria. Le reprochan y hasta le endilgan a la izquierda una responsabilidad por haber bloqueado la votación de la ley de inmigración (con el clásico argumento de reprochar que no estés de acuerdo con leyes xenófobas porque ¡mirá lo que me hacés hacer, provocás que sean más xenófobas al negarte a discutirlas!).
Cuarta consideración, breve: el contexto internacional, de ascenso de las derechas y guerrero (sobre todo, medio en una retórica de guerra de civilizaciones a la Huntington, en lo que concierne el conflicto entre Israel-Hamás), no ayuda. (Consideración personal: es como ver un efecto revival de la pre segunda Guerra Mundial.)
Quinta consideración, breve también: los partidos de izquierda y de derecha tradicionales no han sabido funcionar como alternativas.
Consideración final, pero no excluyente de otras, y confirmada por la literatura infantil más clásica: gritar ¡al lobo! inútilmente sólo consigue que al final nadie te crea y el lobo te coma. Parecería ser la moraleja de estos siete años de gobierno de Macron (porque en Francia, es sabido, si la mayoría parlamentaria coincide con el sesgo político del presidente, el que gobierna es el presidente, no su primer ministro). ¿Significa esto que le faltó al dirigente de este país leer cuentos infantiles (es decir, fue producto de una especie de sorpresivo amateurismo político)? ¿O es el corolario coherente de un flirteo constante con el lobo (sostenido, en primer lugar, porque el miedo es un arma política poderosa que nos priva de libertad, y fuerza decisiones aberrantes como votar a un neoliberal para que no gane un racista; en segundo lugar, porque mejor que gane un partido racista, xenófobo y populista, digamos, que alguien de izquierda, porque al menos en términos económicos podemos ponernos de acuerdo)?
Buenas noches.
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