Llevamos años escribiendo sobre las mismas inquietudes. La disolución, la revolución, el amor.
Leo las cartas escritas por Shklovski, irónica ficción, hoy en día.
Puedo realizar múltiples abordajes de los que acá sólo dejo un vistazo. Dejando aparte el placer de la biografía (la relación entre Elsa Triolet y Shklovski), voy por ahí pasando el libro por los siguientes motivos, ordenados numéricamente sin respetar ningún orden, para mayor comodidad del lector.
1) Los rasgos formales. La reflexión sobre la forma. La fragmentación. La reflexión sobre el teatro de "Varieté" y el extrañamiento. La pregunta (formal, pero que no sólo atañe a la obra literaria) sobre cómo unir lo disperso.
El libro presenta la forma de una novela epistolar de un hombre que ama a una mujer que no le corresponde. Este primer tema debe permanecer innombrado, por la prohibición de escribir sobre el amor. Entonces se escribe sobre literatura. Se escribe para interpelar al otro, inalcanzable, pero también se interpela al otro para justificar el acto de escritura. La escritura diverge en una temática variada, en una conjunción de cuentos, relatos, anécdotas, datos, reflexiones sobre acontecimientos modernos (el transporte, las comunicaciones, la velocidad, la extranjeridad del hombre desterrado de su país, pero desterrado también del pasado tradicional). Siglo veinte cambalache: la velocidad del transporte y las comunicaciones. El mundo se amplia y cambia. ¿Cómo pretender escribir una novela total? La visión es fragmentaria, ¿cómo unir los fragmentos? ¿Cuál es la función del escritor? Zoo, a nivel formal y argumental, plantea esta problemática que algunos todavía seguimos descubriendo hoy.
2) El tema de la carta introductoria es: las cosas rehacen al hombre. Entonces, el papel de las tecnologías, de las máquinas, de las cosas. (A propósito de este punto, McLuhan debió leer a Shklovski muchas veces. Los medios son
extensiones del hombre. Los medios implican máquinas. Más que cualquier
cosa, dice Shklovski en Zoo o cartas de no amor, al hombre lo cambia la máquina.) La sociedad de consumo. Los objetos. Pero también, la cosificación del hombre, devenido en "cosa que tiene manos", elegido en las tiendas del mercado del amor y, diríamos también, pidiendo ser usado en el mercado laboral. Usándolo como excusa para irse de tema (para actualizarlo), el proceso de elección y descarte, la precarización, la velocidad del cambio (precisamente, el dolor es demasiado breve), la participación en todo esto de las ventajosas redes sociales.
3) La velocidad. La tecnología. El vértigo y la fascinación futurista por la máquina en las descripciones de los automóviles. Ver en relación con el punto 2.
La pregunta es: ¿qué objeto tiene esta velocidad? ¿Qué hacemos con ella, en última instancia?
Vuelvo al hoy, y cuando hable voy a parecer cavernícola. Alguna vez anoté en un cuaderno negro: "cuando
todos nos sumergimos en el vértigo moderno, el vértigo se embotella".
Tardamos horas en alcanzar la conclusión de un viaje. Pero pienso en los chicos a los que les doy clases en escuelas: hay quien ni
siquiera logra entrar en el viaje, y una película de dos horas de duración
es un compromiso demasiado largo. Crepúsculo es un buen ejemplo
del consumo actual (o cualquier película o producción artística
similar): no hay conflicto, porque no hay desarrollo: los problemas se
resuelven en segundos, a una acción le sucede otra. No hay intriga. Los
personajes tienen las caras congeladas en gestos esquemáticos, como el
tipo que "refresca" cada dos segundos una página de Internet. En dos años el producto comercial va a ser otro y a Crepúsculo, millones de dolares aparte, ¿quién la va a recordar? Todo se actualiza demasiado rápido. Qué hay de
nuevo, para no fijarse qué es lo viejo que sigue colgado. Cómo resolver
lo viejo y lo nuevo, cómo problematizarlos.
4) Se escribe para interpelar al otro, inalcanzable, pero también se interpela al otro para justificar el acto de escritura, dije. Pienso en Barthes. Uno ama, construye un discurso en torno a un otro, construye un interlocutor. Crea rituales de palabras. Crea puentes con palabras. Y a la vez la palabra es un objeto inútil, y la palabra no alcanza a definir el amor, y la palabra hidrópica de una respuesta que no puede acabar de llegar no puede garantizar el amor de otro. Es esa falla, esa incapacidad, esa fractura la que genera el discurso. El discurso amoroso es pathético. Zoo es un perfecto, patético discurso amoroso. El "objeto de amor", Alia, es rodeado de un tejido de palabras. Y todo lo que dice el narrador puede ser interpretado como metáfora (volviendo al punto 1, así se logra la cohesión: entonces todo es una excusa para mencionar a Alia), y a la vez Alia es una excusa para el acto de escritura (y así nos abismamos en la autorreferencialidad de la obra en el momento cercano a la clausura), y ahí está parte del placer (sublimado, dentro de la ficción; quizás tortuoso: es la relación de Werther y Carlota, pero Werther aprendió a aclarar sus ideas y simbolizó el dolor de otra forma). De cualquier manera a nivel de la historia de amor, el discurso es inútil. Entonces el reproche: "Escribo las cuarenta páginas de Word que representa el libro, y cuarenta páginas son pocas, y ni siquiera puedo tener la certeza de que las leés. Te quiero, te quiero para mí, conmigo.". Final predecible con plantón.
5) Elíjalo usted mismo. Como dije, Zoo tiene múltiples puntos de entrada. A mí en particular me interesan las referencias a la Rusia de principios de siglo. O bien, las referencias a la literatura rusa. Incluso esa mención al Quijote. O bien, la situación del emigrado, la ficción del amor como excusa para crear un libro sobre el desarraigo, como dice al final:
La mujer, a quien escribía, no ha existido nunca. Quizás era otra, un buen compañero y amigo, con el cual no he sabido entenderme. Alia es la realización de una metáfora. He inventado la mujer y el amor para un libro sobre la incomprensión, sobre las personas extrañas, sobre una tierra extraña. Quiero volver a Rusia.
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