Noticias del verano
Oh il gocciolìo
che scende a rilento
dalle casipole buie, il tempo fatto acqua,
il lungo colloquio coi poveri morti, la cenere, il vento,
il vento che tarda, la morte, la morte che vive!
Eugenio Montale
dalle casipole buie, il tempo fatto acqua,
il lungo colloquio coi poveri morti, la cenere, il vento,
il vento che tarda, la morte, la morte che vive!
Eugenio Montale
Es esa hora muda de la tarde
que reverbera en el asfalto.
El cuarto tiene un ruido de
camiones
pesados en una distancia gris
y los cuerpos yacen sobre el suelo
con lánguido sudor.
Es un verano magnífico
de alguaciles volando velozmente
en desgarradas tormentas absorbidas
por nuestra tierra ávida.
Te escribo desde esta mesa
lejana de bronces y plásticos
como quien fija algo,
entre los ceibos frágiles y las
jaulas
de los jacarandá sin flores.
Nuestro hogar ignoto
de las ventanas clausuradas
donde las noches se desgastan en
silencio
y las botellas se rompen en los
patios
nos desconoce, y tendría que creer
que nos habla de los dos. Afuera
se desgañita, el sol.
Los mármoles se parten
y toda geometría fue una gloria
y un error.
Disperso, seguirías esas frágiles
columnas
de tapias y celosías
por los patios de pozos cenagosos
espejos profundísimos
y la ansiedad de los palacios
veraniegos; seguirías
los caminos verticales
y las huellas de la memoria de los
siglos
en pulcras piedras sin promesas.
Abrirías tus labios al sol
por todos los caminos,
y el eco que iluminan los faroles
sería el de un paso solitario
que se regodearía en ser eso, como
quien
aplasta la nariz en la flor
para convencerse de que huele.
Hay aquí, como antes,
un coro de relojes espantando las
horas.
A menudo esa rutina
se vuelve una inconsciencia
y el silencio deja oír
lejanos cánticos
del mundo tendido al sol,
lejanos votos.
Esta tarde oscura, en el cambio
se desliza hasta esta tierra,
inaprensible. El verano
se demora, y es eterno.
Sólo el hombre pasa, y es
su dolor y su consuelo.
Por las noches estas calles
se desdibujan
y nuestro cemento de ambiciones
se desmorona
en unos ojos cerrados sin temor.
Otras brumas se erigen, paralelas.
Te escribo en la noche,
como quien invoca algo.
Quizás ella deshaga el día
en que te dilates infinitamente y no
seas
al final
nada más que una sombra,
un recuerdo trivial,
en un busto frágil.
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